Los viajeros conocen bien los encantos de Tokio, desde los bares de Shinjuku hasta el sereno santuario Meiji del parque Yoyogi. Luego están sus islas volcánicas, prístinos oasis de playas arenosas y colinas boscosas.
Estas bellezas se extienden hasta 1.000 kilómetros al sureste de la isla principal de Japón, Honshu y ofrecen una experiencia muy diferente a la ruta del «Triángulo de Oro» (Tokio, Kioto y Osaka), en la que la naturaleza es la protagonista. Eso no quiere decir que no tenga un marcado sabor japonés. Lo tiene, pero con un toque salino.
Dentro del grupo de islas de Tokio se encuentra la escarpada cadena de Izu, más cercana a Honshu y adorada por sus aguas termales, el senderismo y el surf, seguida de Ogasawara (también conocida como islas Bonin), incluida en la lista de la UNESCO. Estas últimas son conocidas por su asombrosa biodiversidad, por no mencionar su inusual ron añejado bajo el agua.
Las rutas de ferry entre las islas (salvo la lejana Ogasawara, a la que se tarda hasta 24 horas en llegar con un único servicio semanal) son ideales para los visitantes que repiten en Japón.
Escala un volcán activo antes de explorar el único desierto de Japón
Si sólo dispones de un tiempo limitado para alejarte del centro de Tokio, el grupo de Izu es su mejor opción. Se puede llegar al primero en menos de dos horas en ferry, y saltar a varios otros en unos 25 minutos cada uno.
Oshima es la más grande y la más cercana al continente: menos de una hora de vuelo. También es la más atractiva para los visitantes, no sólo por sus numerosas fuentes termales y hoteles, sino por la telaraña de rutas de senderismo que cruzan la isla. Y en su corazón, un volcán activo: El monte Mihara.
Sin embargo, no es sólo la visita a la cima del Mihara lo que merece atención. También es donde se encuentra Ura-Sabaku, el único desierto de Japón. No te dejes confundir por la palabra «desierto». Aquí no hay camellos ni oasis. En su lugar, la superficie abrasada y lunar que cae por las laderas del volcán se compone de depósitos de lava endurecida.
El follaje es escaso, lo que también contribuye al atractivo fotográfico. Por supuesto, no todas las islas son como Oshima.
Cada una de la docena que salpican la cadena de Izu tiene su propio carácter y atractivo, desde la exuberante Shikinejima, apta para ciclistas, hasta la meca del avistamiento de delfines de Toshima.
Monta olas en las cristalinas aguas azules de las islas Izu
Niijima es sin duda la más conocida de las islas Izu, sobre todo entre los surfistas. Sus ondulantes olas y largas extensiones de playa blanca son tan buenas que, de hecho, la isla acoge una etapa del Sawakami Japan Pro Surfing Tour, que se celebra anualmente.
También hay numerosas fuentes termales, como la de Yunohama Roten Onsen, inspirada en las ruinas griegas y situada cerca del puerto, en la costa oeste. Ofrece magníficas vistas y su entrada es gratuita.
La ya mencionada Shikinejima es una excursión de un día perfecta desde Niijima, aunque está mucho menos desarrollada. Las carreteras son escasas, pero abundan los senderos, por lo que la única forma de desplazarse es en bicicleta o a pie.
Este estilo minimalista, con un solo semáforo, forma parte de su encanto. También es la forma de acceder a la playa más bonita de la isla de Tokio: La playa de Tomari.
Escondida en la esquina norte de la isla, Tomari es una media luna de arena protegida, rodeada de vegetación y conocida por sus aguas turquesas. Es imprescindible practicar snorkel.
Explora las profundidades con una visibilidad increíble
Si te adentras más, llegarás a la isla de Hachijojima, bendecida con un clima tropical templado y aguas cristalinas repletas de peces y corales. Es la meca del submarinismo.
La visibilidad en los meses de verano ronda los 30 m, con avistamientos regulares de tiburones martillo y otros grandes peces migratorios, mientras que en invierno la visibilidad desciende hasta unos impresionantes 15 m. Las ballenas jorobadas y el arco iris de nudibranquios son dos de las atracciones invernales.
Hachijojima también cuenta con magníficas excursiones al monte Hachijo-Fuji, el pico más alto de la cadena de Izu. ¿Su recompensa por el esfuerzo? Las vistas de las escarpadas montañas y las exuberantes praderas hasta el océano.
La respuesta japonesa a las Galápagos
Parte de la magia de las Ogasawaras consiste en llegar hasta ellas. La única forma de llegar a estas 30 islas subtropicales (de las que sólo dos están habitadas) es a través de un único ferry semanal, que sale de Tokio todos los viernes.
Una salida a última hora de la mañana da tiempo de sobra para disfrutar de las vistas mientras se aventura hacia el sur. Pero a la llegada del día siguiente, el entorno natural hace volar por los aires al resto: un paraíso de plantas exóticas, aves y especies animales declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Hahajima y Chichijima son los principales puertos de escala. Encontrará varias opciones de alojamiento y operadores turísticos deseosos de mostrar de cerca la asombrosa belleza natural de la isla.
A pesar de sus escasas carreteras, son relativamente fáciles de explorar. Cada una tiene menos de 25 metros cuadrados, con senderos definidos que permiten desplazarse a pie o en bicicleta o scooter alquilados.
¿Cómo puedes pasar la semana entre transbordadores? Haciendo lo que te apetezca, ya sea caminando por la selva, descansando en las playas, buscando animales raros como el pájaro cantor de Bonin (que sólo se encuentra en Hahajima), o buceando entre un arco iris de peces.
Grandes poblaciones de delfines también se congregan alrededor de las islas, lo que las convierte en territorio privilegiado para observar a estas inteligentes criaturas en libertad. Hay excursiones en barco. Sin embargo, a diferencia de las excursiones normales, podrás nadar con ellos en el agua.
Sea cual sea la isla de Tokio que visites, Izu u Ogasawara, es una aventura que merece la pena. Quizá no sea la primera vez que visitas Japón, pero sin duda lo será si repites cuando quieras recuperar esa sensación de «novedad» o de lo desconocido.
Yuniet Blanco Salas